martes, 10 de diciembre de 2013

Señor de los cuarteles

Después de los acuartelamientos, los cobani vuelven a sus quintas.
La droga vuelve a circular por la ruta 28,
las muchachas robadas vuelven a las camas trasegadas de los quilombos,
los chicos vuelven a la venta de paco vigilados por la gorra,
en alguna celda golpean a un pibe y lo ahorcan usando las mangas del buzo, trabajan las porras, saltan las chispas sobre la parrilla, corren sobres y bolsitas.
Vuelven los sucios a su trabajo sucio, vuelven los cordones entorchados de oro a simular sumisión al sistema, vuelven los políticos al pie para pedir favores de acero empavonado.
Quedan atrás algunas muertes, nada importante, unos pocos negrazos perdidos en el montón, entreverados en la turba que manoteaba equipos de audio y televisores, espejitos de colores que les costaron esa vida que nada valía y nada valdrá.
Y vuelvo a mirar por la ventana, cansado, viejo, casi sin fuerzas y vengo a descubrir a esta raza de vampiros, cruza de trajes de alpaca y sarga azul, dueños de las armas y las celdas, dueños de las balas y los cañones hidrantes, dueños de la tumba de cualquiera, socios de jueces e intendentes, descendientes de la sangre asesina de Ramón Falcón, custodios de sus víctimas, inclinados ante el mandamás de turno a la espera de la ansiada orden de golpear, cortar y machacar, que es lo que quieren porque eso establece el pacto.
Y vengo a descubrir que ese dolor que quema en la llaga abierta es producido por las dentelladas de la bestia que viene a alimentarse de mi cuerpo.
Le habían vendido mi alma al diablo y yo no lo sabía, o me hacía el distraído.
Y me pregunto si no tendremos todos que batirnos contra la partida como Fierro, aunque ya ni la esperanza quede que algún Cruz desmonte y se plante a nuestro lado, o si no estaremos ya soñando que peleamos mientras se nos va en sangre el último segundo de la vida.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Señor del glifosato

Vas a perdonar que no sea capaz de creer en santos. Para mí todos somos iguales, actuamos mal y bien según se nos va dando la vida, según nos vengan las cartas y hacemos lo que se puede.
Así que ya ves, santos no tengo y menos, propios. Para colmo, como tantas veces he visto en estas pampas, los que te traen son burócratas y políticos de la peor ralea y escucho decir que sos bueno, que te vas a portar bien. También vos aprendiste a jurar que te vas a portar bien, de gil no tenés un pelo, y al lado de los gobernadores se aprende rápido a mentir. Perdoná mi descreimiento.
La verdad, te felicito. Son pocos los que le encontraron el pelo al huevo. Encontraste la forma de vendernos lo que ya era nuestro, lo que venía en el legado de los pueblos. ¿Cómo hiciste? Imagino que ahora estarás tratando de patentar los alveolos pulmonares; si respira, que pague.
No está mal, te entiendo. Ahora estás enfrentando el quilombito de la planta de concentración de granos más grande del universo. En toda la Galaxia no habrá otra igual, casi que lo tuyo me da cierto orgullo, Nosanto.
Falta, entuavía, un pequeño estudio de impacto ambiental que algún pariente tuyo, asociado con otro pariente de origen cordobés, entregarán en tiempo y forma a las autoridades de la provincia de Córdoba. Resulta raro que te hayas largado a construir la Planta de las Galaxias sin tener esto antes, se ve que contabas con algún visto bueno de la pesada.
Vas a tratar las semillas con productos de tu primo Bayer (fabricante reconocido del Zyklon B), y ya todos sabemos que si es de ellos… es bueno.
Claro que como la naturaleza es imperfecta ustedes (y el primo Bayer), le van a agregar una capa de Clotianidina ebuconazole – Trifloxistrobin, organofosforados (acefato: Dressº), neonicotinoides (imidacloprid: Gauchoº) o los carbamatos (tiodicarb: Semevinº), todos de categoría II y muy persistentes. Cualquiera que ingiera estas semillas tendrá una muerte asquerosa, sea pollo, cerdo, vaca o humano.
La Planta de las Galaxias tiene una dimensión sideral. ¡240 silos con capacidad para 150 toneladas cada uno, apretados en poco más de 20 hectáreas! 36 millones de kilos de semillas para ser debidamente envenenadas mientras vuela el polvillo letal por las sierras cordobesas.
Claro que estos millones de toneladas pueden ser utilizados también para guardar la cosecha hasta que se te cante vender. Doble genialidad. Esto de la siembra directa es todo un tema, mejor lo dejamos para otro día.
La cuestión es que vas a vender la semilla envenenada y vas a comprar la producción para hacer un bien a los pobres chacareros de las 4 x 4 Audi y BMW. Lo único que falta es el informe de impacto ambiental que va a elaborar con toda seriedad la Bayer-Santo-Sota-Group (UTE en formación).
Hasta aquí todo bien. Negocio limpio. Muertes limpias también, estos venenos resecan los cadáveres y ni olor a muerto queda. Tu “gente del campo” alquila tierras, siembra con tu sistema non santo las semillas envenenadas y recoge granos limpios para el consumo de la humanidad hambrienta. ¿Y qué pasó con el veneno? ¡No ta! ¡Che fue!
Así que de santo mío no tenés nada, en todo caso asumiré que serás mi Monjoputa. Lo de la Planta de las Galaxias te lo puedo perdonar. Al fin de cuentas, los que van a estirar la pata no son más que cordobeses y yo, después, me como la polenta sin ninguna pudrición. Lo que no me puedo tragar, disculpame, es cómo girás dólares al exterior.
En este tema, en este país de vivos todos se hacen los bolús. El año pasado giraste 3.000 millones de dólares afuera y todos contentos.

viernes, 18 de octubre de 2013

Señor de la gorra

Parece que basta con ponerle una gorra a un tipo para que cambie. Claro que a algunos, además de la gorra les dan un arma y un conjunto de instrucciones.
La gorra y el arma autorizan a emprender distintas acciones sobre la comunidad dedicada a trabajar para pagar los sueldos de todos los funcionarios, incluyendo al de la gorra con entorchados dorados que es el que le pasa las instrucciones al del palo de abajo.
Cuando el gobierno no es elegido por el voto popular, los que llevan gorra hinchan el pecho. Detienen el tránsito con barreras y retenes y agregan armas largas a las pistolas de reglamento. También, según se ha visto, cambian las instrucciones y hacen lo que les viene en ganas.
Con los gobiernos que llegan por el mandato de las urnas, los nuevos cambios de instrucciones se demoran y, a veces, llegan mezclados y algo confusos. Hace pocos días se hizo mucha alharaca con una filmación en la que un gendarme y una agente de tránsito se ponían por demás pesados con un candidato y lo demoraban pidiendo un requisito que no está establecido por la ley de tránsito.
Los opositores de este candidato y los diarios oli y garcas y sus cadenas le dieron manija a un video filmado por el gendarme. En un canal del grupo Clarín pasaron la filmación 32 veces en un día (32 las contadas, tal vez fueron más).
Y se armó la discusión. El pobre candidato pidió disculpas públicamente (si hubiera sido yo, los habría puteado y hubiera buscado traductores para putearlos en diez idiomas más), pero como el tipo era candidato, tuvo que pedir disculpas.
A casi todos nos pasó algo parecido en la vida. El de la gorra que busca coima y te para y pide el botiquín, las balizas, mira el vencimiento en el registro, las patentes y el seguro, camina alrededor del auto y pide luces y otras yerbas.
El que no haya sufrido algo así, es porque llegó ayer de Islandia. Si vivió acá un par de años ya sufrió un episodio de este tipo. A mí me surgen varias preguntas:
1)¿La camarita para filmar forma parte del equipo reglamentario de Gendarmería?
2)¿Se filman todas las intervenciones para verificar documentación?
3)¿Todos los videos son consultados con el ex gendarme Mazza para su publicación?
4)¿Gendarmería no explica a los gendarmes qué es un débito automático?
5)¿Por qué será que la tarjeta de las compañías de seguro dice que no hace falta mostrar el recibo si dice “Débito automático”? ¿Mienten las aseguradoras?
Confieso que entrar en tratos con cualquiera de uniforme me da urticaria. Reconozco que ahora te atienden con cortesía cuando vas a pedir un certificado de domicilio pero, la verdad, veo una gorra y tiemblo.
Y también da algo de miedo el numerito de la inocente empleada pública, todo un ejemplo de funcionaria proba, actuando custodiada por gendarmes acostumbrados a filmar sus intervenciones.
No sé ahora. Antes los zorros también llevaban gorra. En una de esas ya no se llaman zorros.

Nota: Zorro/a: Predador propio de los lugares poblados. Se lo reconoce a la distancia por la gorra, la ausencia de cola y los bolsillos profundos. Suelen estar agazapados detrás de los autos estacionados a mitad de cuadra después de un semáforo que tiene un amarillo demasiado corto o un rojo demasiado largo.

miércoles, 31 de julio de 2013

Señor del campo

Lo llevás en la sangre. Lo recibiste junto con los bienes de abolengo. Esas tierras que nunca pagaron tus ancestros, las que te regaló Rivadavia y aumentó Roca amasijando a la indiada.
Tus epopeyas siempre ocurrieron a la luz de un fuego con un costillar en la cruz. Hiciste servil al gaucho a fuerza de leyes, ginebras y jueces. No voy a ponerme a cantar al compás de la vihuela, que ya todo dicho está.
Perseverás en la insidia diciendo al que quiera oír que vos hiciste el país y que sin vos no somos nada. Dabas permiso al paisano para levantar un rancho a la sombra de los eucaliptos y a trabajar la familia entera, a procurarse el sustento, a deslomarse sin sueldo, sin escuela para los hijos y, si cuadraba, reservabas para una siesta el derecho de pernada.
Esa es la patria que hiciste. La del empréstito de la Baring Brothers, la de la Enfiteusis, la que negó ayuda a Güemes y San Martín, la que traicionó a Artigas.
Siempre estuviste ahí, en los escritorios de caoba vendiendo carne a precio mayor que el de mercado, en las matanzas de los peones de la Patagonia, en la Semana Trágica, en la masacre de Napalpí. Porque todo va con todo. Carne, trigo, maíz y esos indios de mierda que no quieren soltar la tierra.
Ningún gobierno se sostuvo sin tu ayuda y ninguno cayó sin tu condena. Escucho tus discursos encendidos desde el predio que no pagaste ni siquiera al precio vil que habías pactado con uno de tus sirvientes en una de tus tantas trapisondas.
Decís que sos el campo. Perseverás en la insidia. Sabés que a la larga el mensaje cala hondo. Repetís que sos la Patria. ¿De qué Patria me hablás? ¿De la que antes rociabas con DDT y ahora rociás con glifosato? ¿La de los frigoríficos ingleses que tanto te gustaban?
Tenías el negocio redondo. Los exportadores de granos te daban la semilla y los insumos a pagar a la cosecha, las tremendas maquinarias iban a porcentaje y el mundo entero rogaba que lloviera sobre tus tierras para que pudieran salir los barcos con las bodegas repletas.
Inventaste la siembra directa. Tu lengua insidiosa repite que devolvés los nutrientes a la tierra, aunque callás –y no por casualidad-, que el fósforo no se repone. Ya no necesitás peones. Uno o dos, a lo sumo, para que tengan las banderitas y esas cosas. Pero igual tenés al Momo, igual esquivás garparle al tipo como manda la ley.
Lo traés en los genes. Es parte de tu abolengo. Para vos, la ley está hecha a tu medida y no para que un cabeza pueda mandar los hijos a la escuela. Los chiquilines que anden por ahí, en la ranchada, entreverados con las gallinas y los gansos, que cuando lleguen a mozos ya les vas a dar trabajo como les diste al padre y al abuelo.
Te hablan de retenciones y es como si te arrancaran un pedazo del alma. ¿Quién tiene derecho a retenerte a vos nada?
Te digo, señor del campo, ladrón de la tierra, birlador de futuros, que ya hace doscientos años que venís practicando vos tus propias retenciones. Te quedaste con la salud y la educación de la peonada, te quedaste con las viviendas dignas, con el acceso a la tierra, con los esbirros, con la ley, con la justicia.
Esa justicia que tu lengua insidiosa dice que es igual para todos (Imagino al peoncito, nervioso, haciendo girar la boina sudada entre las manos, parado frente al estrado de juez que lo mira serio -serio como la muerte- y le pregunta qué quiere… Y él quiere reclamar algo que le corresponde, eso es lo que quiere. Algo que sabe que le toca pero no puede poner en palabras…).
Por eso estás furioso, porque ahora te quieren cobrar los caminos, los puertos, las redes de alta tensión, las represas, las cargas sociales. Todo lo que usaste toda la vida para retener tu parte sin rendir cuentas. Estás furioso, te entiendo.
Te volvés loco porque tenés la ley, el juez, el gendarme, tenés los silos llenos de grano y los precios se fueron a las nubes. Todo tenés, pero se te hace largo esperar las elecciones.

sábado, 6 de julio de 2013

Señor del sueño

Mientras escribo, Nelson Rolihlahla Mandela se acerca al fin de su vida. Acaso sueña con su sueño.
El respeto que irradian su figura y su historia es tal, que uno se achica, se encoge en la silla y los dedos deambulan sobre el teclado sopesando el uso de cada letra.
Veo a un hombre en una celda, sometido a trabajos forzados, aislado en una isla a lo largo de dieciocho años y luego, nueve más hasta sumar veintisiete.
Lo imagino aislado, rodeado por un mar de miedo y desesperanza, acechado por la locura y la soledad, interrogando al viento.
De pronto, irrumpen intérpretes y traductores que vienen a explicarme cómo era -de verdad- el sueño de Mandela.
Son hienas que merodean al gran león africano a la espera de que exhale su último aliento. Tratan de confundir con sus discursos y sus obituarios anticipados. Mezclan endecha con análisis.
Un lobo, oculto bajo otra piel, se manifestó conmovido por haber estado “donde hombres de tanto coraje se enfrentaron a la injusticia y se negaron a rendirse". No tenía que ir tan lejos para ver una cárcel. No necesita alzar la mirada hacia el horizonte para ver injusticia.
En Sudáfrica hay una lucha en la que los intereses del imperio británico aliado con los bóers echaron mano de la doctrina de la vía pacífica y la convivencia después de siglos de sangre y fuego. Y continúa. Sólo que ahora hay nuevos socios. Nuevos socios para viejos apetitos. Platino, oro y diamantes.
Es preciso mantener la paz. Nada debe perturbar la extracción de cromo, vanadio, manganeso, uranio, los que dejaron de estar apartados tienen que seguir contentándose con un dólar diario, la desocupación no tiene que bajar del 25%.
Nuevos socios, nuevas voces que pretenden traducirme del bantú la historia. Extraña exaltación de la teoría de la lucha no violenta. Es preciso olvidar los 566 niños asesinados el 16 de junio de 1976. Mejor no recordar la sangre y los cadáveres, las topadoras arrasando chozas para construir edificios de lujo en Soweto.
Veo al mundo mirando para otro lado. Como siempre. Mientras algunos me cuentan que se terminó la injusticia. Nelson Mandela, el Mandiba, el inmenso león, después de veintisiete años de zoológico fue usado por afrikáners y británicos para continuar con la explotación y se preparan los De Beers y sus socios nuevos para seguir usándolo.
El apartheid sigue vivo bajo la máscara de la igualdad de derechos. Ahora sigue su campaña de muerte y exterminio con otras armas. El SIDA, las condiciones de vida infrahumanas y las oportunidades robadas.
Oigo la mentira. Dieron vuelta las palabras, trampearon su significado. Oigo la voz de la Cía. Neerlandesa de las Indias Orientales y sus amigos del Commonwealth. Borraron el rugido del león y lo reemplazaron por el canto de la sirena.
Dice el maldito canto: Estamos en paz, hermanos. El blanco es bueno. Si hasta tienen un presidente negro allá en el Norte. Y un negro es un negro, no es un blanco. Los belgas dejaron el Congo, los británicos Sudáfrica, los franceses Argelia y los españoles el Sahara. Son buenos, hermanos, son buenos. Ellos se quedaron para administrar y mantener el orden.
Tengamos paciencia. Ya vendrán el agua corriente y las cloacas, las escuelas y universidades y nos mezclaremos blancos y negros en las salas de hospitales y sanatorios.
Paciencia, hermanos paciencia, reclamemos aumentos de sueldo, más vacaciones, aguinaldo, obras sociales, sí, reclamemos pero sin perder la calma.
Pronto van a venir los capitales a radicarse en África. Vino a visitarnos el presidente de los blancos poderosos y es un negro. Ya van a llegar las inversiones.
Vamos a tener carreteras, grandes puentes, fábricas y aeropuertos, los bancos nos darán créditos para comprar viviendas que se construirán por todas partes, nuestras playas se poblarán de turistas y hoteles de lujo. Computadoras, teléfonos celulares, hamburguesas, lavarropas, heladeras y automóviles.
Paciencia, hermanos, paciencia, pronto vamos a ver cumplido el sueño de Mandela.

martes, 18 de junio de 2013

Señor del engaño


Pensás que no tengo memoria. Tal vez, peor aún, pensás que no tengo criterio. Porque la memoria sola no basta, no alcanza para comprender o para disponer de una visión certera.
Puede que tengas razón. Puede que no tenga memoria, ni criterio, ni comprensión, ni visión certera. Si así fuera, dotado de esas carencias –si es que una carencia es una dote- no sería capaz de advertir tus añagazas. Por ahora basta con no tener olvido.
Tu táctica es tan antigua y la usaste tantas veces, que hasta para un desdotado como yo, tus mañas van perdiendo efectividad. Te tengo remanyado.
Hablás de miedo, de inseguridad, de desorden y estancamiento. Agitás el fantasma de la inflación y el peso devaluado. Decís que no te dejan hablar, que esto es una dictadura al estilo de la Alemania nazi y tus radios y diarios y televisoras lo repiten hasta el hartazgo.
No recuerdo que otras dictaduras sin votos te hayan puesto tan molesto como estás ahora. Resulta curioso que hablés de dictadura en un momento en que se puede decir de todo y que hayas guardado silencio cuando nadie podía decir nada.
Dos gotitas de veneno en el oído del Rey mientras duerme la siesta. Así instilás, tratás de instalar, una voz que aparenta decir todo mientras callás tus intenciones. Claro que habría que ver si el Rey está dormido. Aunque, si no está dormido, confías en que vas a poder acostarlo. Sabés que hay alguien que fuma y espera y se caga de risa en la penumbra de un cuartel.
Te entiendo. Tratás de sacar un líder de la galera para aplastar con los votos al bicho del populismo, pero no pinta ninguno. Y si no pinta, ¿qué le vas a hacer, no? Habrá que pensar en otra cosa. ¿Estarás redactando el comunicado número uno?
La libertad te quema los pies como si caminaras sobre brasas a punto para un buen asado. El camino se te hace largo.
Sentís que te meten la mano en el bolsillo. Cierran los convenios colectivos de trabajo con aumento y corrés a cargar el mismo porcentaje en los precios. No vaya a ser que la negrada empiece a vestir bien, a comer debute, a estudiar en universidades gratarolas. Ahora hasta a las sirvientas vas a tener que pagarles aguinaldo.
Estás sentado sobre tus toneladas de maíz y soja envenenadas con glifosato. Esperás que suba el dólar o bajen las retenciones para que el negrito que tenés de peón –ahora se te está agrandando-, te cueste la mitad de kilos de lo que te cuesta ahora. Total, tenés al Momo para que se lo chamuye y listo.
Mandás a algún “señor del campo” a que grite que hay que echar a patadas al gobierno. ¿Otra vez estarás pensando en prohibir el tango Cambalache? ¿Creés que no recuerdo cuando no dejaste que cantara la negra Sosa y no podían andar más de tres personas juntas por la calle?
Recuerdo cuando tapiaron los bancos y se trabucaron la guita de los giles mientras la de los pescados gordos -como vos-, cruzó el charco y desapareció. ¿Te acordás que bajaron los sueldos y las jubilaciones? ¿Olvidás las decenas de años que no pagaste impuestos ni cargas sociales?
Y, si no aparece el quía que pinte debute para el 2015, vas a ir a buscar al que fuma y espera, no tengo dudas. Y los que ahora dicen que tienen miedo van a ponerse a decir que no daba para más.
Después ya sabemos cómo sigue. Sacar las retenciones, subir el dólar, volver a la desjubilación privada y anular la AUH, perseguir a los maricas y cagar a palos al que grite. Los precios liberados subirán a un nivel que aplaudirán tus analistas. Tendrás preparada –junto con el comunicado-, las listas de libros que vas a prohibir, los cantantes y actores que se van a tener que tomar el piro y, si algún obrerito se hace el loco, pedirás a los cobani que le den dos veinte y cachiporra, que para eso, nunca fueron de hacerse rogar.
Olvidaba –poca memoria, ¿viste?-, que tras cartón llegarán misiones del FMI y la Goldman Sachs dirá que el país es una papa, volverán las oscuras golondrinas y todo será una fiesta de pizza con champán.
Claro que, según recuerdo que pasó, la fiesta será de rigurosa etiqueta y los giles como nosotros, no estaremos invitados.

jueves, 6 de junio de 2013

Señor de la clase política


Cuando era muchacho se hablaba de tres clases: el proletariado, la burguesía y la oligarquía. Había algunas variantes según el color del cristal. El campesinado, por ejemplo, que no terminaba de engrosar la clase obrera transido por la propiedad de unas pocas hectáreas cuya tenencia trastornaba su criterio y la clase media, que trataba de huir del olor a grasa y el humo de los braseros de las casas paternas, siempre con un pie en el barro y el otro sobre la alfombra.
Había sectores desclasados, los intelectuales -mote pronunciado por los esbirros de turno con tono de desprecio-, los artistas y los estudiantes corrían una suerte similar. Chabones destinados a ir a parar a una seccional para averiguación de antecedentes.
Pero no había una clase política. Los políticos surgían de las bases a las que pertenecían y decían representar. Los partidos tenían sus funcionarios, desde luego, presentaban una y otra vez sus candidatos en las pocas, ocasionales, eventuales elecciones que se sucedían y, por lo general, eran siempre los mismos. Sólo la muerte los sacaba del circo. Todo por el curro.
Ahora parece que la división en clases hubiera desaparecido. No hay ya obreros, campesinos, burgueses y oli-garcas. Ahora hay electorado. Un amasijo de votantes divididos por una línea muy delgada, casi inapreciable, que los separa en dos grupos. Uno, iluminado, que sabe qué hace falta y otro, integrado por los boludos del resto del país que no entienden una goma.
Surge así, victoriosa, a la faz de la tierra, una nueva y gloriosa clase: la política. ¿De dónde salió? Fueron ellos mismos los que acuñaron el concepto “clase política”.
D.R.A.E.: clase.
(Del lat. classis). 1. f. Orden o número de personas del mismo grado, calidad u oficio.
En resumidas cuentas, están separados del resto por su grado, calidad u oficio. Subclase: partidos.
Los partidos se alternan en el poder según la iluminación del electorado. Se alternan para meternos la mano en el bolsillo –casi escribo el dedo en el culo-. Se insultan, se pelean, se calumnian, pero todo sucede entre pares. Mete gol, entra.
Y si les va mal, si chorean y coimean a cuatro manos, cuentan con el lentísimo andar de la justicia y el refugio en los fueros, se retiran de la arena por un tiempo, van a dar conferencias a Harvard, al FMI o a Ecuador, abren una consultoría donde ofrecen sus malas artes al mejor postor y andá a cantarle a Gardel.
Así es como no tienen miedo de caer en manos de la justicia ni del juicio de los mismos de su clase. Tampoco tienen pudor. No es por pudor que se van a yirar por unos años después de cometer sus fechorías. No es que lamenten haber conducido al país a un desastre. Sólo se trata de una táctica que lo único que requiere es no tener vergüenza.
Después vuelven. Les dan micrófonos, cámaras y primeras planas para que nos vuelvan a mentir. El que ocupa el máximo cargo de un partido acaba de calificar de “conchudo” a un correligionario. Nada dijo del presidente Fernando de la Rúa. Todavía está pendiente la autocrítica por un gobierno que se salvó del naufragio en helicóptero y dejó al país en Pampa y la vía, con más de 30 muertos y cientos de palos verdes cobrados en comisiones por las “buenas noticias” que nos traía de la banca internacional.
Vuelven los economistas del fracaso, Cavallo, Sturzenegger, Melconian –gran asesor económico del menemato-, los gurúes y oráculos que festejaban la estabilidad del 1 a 1, los que callaron las licitaciones tramposas, las privatizaciones que nos dejaron en pelotas, los que robaron para la corona y los que iban a limpiar el Riachuelo en 1000 días.
¿Hace falta hablar del corralito, el corralón, la venta de la acción de oro de YPF, el Correo, Aerolíneas Argentinas, el contrabando (¿oficial?) de armas, Kosteki y Santillán y el desguace de la flota mercante y los ferrocarriles? ¿Hace falta hablar de la corte de payasos que supimos conseguir?
Tal vez no haga falta. Pero los boludos que no entendemos nada de nada –entre los que me incluyo-, no podemos olvidar a estos señores de la política.
Que no logren ponerse de acuerdo entre ellos es muy peligroso. Tengamos memoria. Si no pueden con los votos van a ir por las botas.
Oí hablar de una dictadura de votos. Casi como si dijeran que es lo mismo una mayoría parlamentaria que una de las tantas que tuvimos de sable y fusil. ¿Será que lo están deseando? Como si no hubiera un Congreso, una Corte Suprema, juzgados, cámaras y un calendario electoral. ¿Qué querrá sugerir con esto de “dictadura de votos” el señor Mitre?
Oí decir que somos como la Alemania nazi, la de los hornos de Hitler. De paso, digo que voces parecidas y parecidos discursos fueron la antesala del horror nacionalsocialista boche. Orden y reorganización son palabras muy queridas por los dictadores.
¿Cómo se puede hablar de dictadura en un momento en el que todos dicen todo?
Hablan y hablan sin dejar de decir que no se puede hablar. Total, en este ispa de locos y boludos, a nosotros, el electorado que no sabe un pomo de nada, resulta fácil vendernos un buzón.

martes, 4 de junio de 2013

Señor del eufemismo

Tres jueces integran el Tribunal Oral Federal número 1. Son Carlos Rozanski, Pablo Vega y Pablo Jantus. Este tribunal hará público el fallo el día 10 de junio próximo. Habrá que esperar hasta entonces para conocer los fundamentos de la condena con la disidencia de su presidente, el primero de los nombrados.
Fueron condenados los ex policías bonaerenses Jorge Rómulo Ferranti y Bruno Trevisán a cuatro y tres años de prisión, respectivamente, por “vejaciones y severidades”, pero, por esas cosas de la justicia, pasarán muy pocos días en prisión.
El que se tome el trabajo de leer la noticia verá, entre otros detalles, que la historia data de 1976. Fue necesario esperar 37 años.
El matrimonio Iaccarino y sus hijos, Rodolfo, Alejandro y Carlos fueron obligados mediante secuestro, tortura y vejaciones a entregar sus bienes a los recién condenados.
Leo la noticia (1) y quedo pensando. “¿Vejaciones y severidades?” Me pregunto si estos jueces Pablo Vega y Pablo Jantus habrán tenido un diccionario a mano durante los 37 años que demoraron en elaborar esta condena y, en particular, mientras redactaban el fallo.
El Diccionario de la Real Academia dice: Eufemismo: Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante.
Así, los delincuentes Ferranti y Trevisán por medio de los golpes, el confinamiento en condiciones infrahumanas y la picana eléctrica –gran invento argentino- obtuvieron la transferencia de campos e industrias a su nombre. ¿Vejaciones y severidades?
Yo digo que los que no son severos son estos jueces y que la vejada es la justicia, además, por cierto, de la familia Iaccarino.
No importa cuánto obtuvieron los secuestradores y torturadores. No importa si fueron millones o monedas. Todo un aparato de inteligencia del estado, edificios y recursos que deberían proteger a la ciudadanía fueron utilizados para robar bienes.
Yo digo que es una vejación que la justicia demore 37 años en expedirse. Poco severo, poco serio, poco juicio en este juicio.
Supongo que las víctimas vindicadas por este fallo no se sentirán muy protegidas por las fuerzas policiales y la justicia a partir del momento -muy próximo- en que queden en libertad los “severos vejadores”.
Recurro a un eufemismo para calificar a estos jueces: impudorosos.

(1) Ver Página 12 – 04/06/2013

domingo, 26 de mayo de 2013

Señor de enfrente


Te veo en la otra vereda. Supongo que vos me ves a mí. Nos vemos.
Nada nos diferencia. Tu sangre no es amarilla, la mía no es verde. Puede que a mí me sobre un hígado, puede que a vos te sobre un corazón.
No son diferencias sustanciales. Tal vez tu cerebro esté más desarrollado que el mío. Diez, veinte o cien millones de neuronas no constituyen una cifra importante entre cien mil millones.
Quizá leíste una cantidad mayor de libros o domines fórmulas matemáticas que yo ignoro, habrás aprendido acontecimientos históricos que desconozco. Desde aquí, desde esta vereda no lo percibo como una diferencia mayúscula.
De tu lado, no podés saber qué gama de colores distingo, qué tenue y sutil matiz advierto en el rojo de la flor de un ceibo. Nunca podrías adivinar qué cantidad de amaneceres contemplé, qué ríos navegué, que estrellas interrogué en mis noches de desesperanza o qué promesa murmuré una tarde de verano.
Me detengo a pensar. Es probable que seas una mala persona, que no desees el bien para tus congéneres, que te provoque placer hacer un daño… Otra posibilidad es que seas bueno, honesto, solidario. Estarás preguntándote lo mismo de mí.
Conozco tus miedos. La enfermedad, el dolor, la muerte, el desamparo. No sé si hay alguien que no cargue en sus entrañas estos miedos que nos vienen desde el fondo de los tiempos.
Nos separan unos pocos pasos. Nada, diría, si cada uno avanza en dirección al otro.
¿Hablaremos idiomas diferentes? La mano tendida, la sonrisa, el llanto y la caricia son comunes a todos los seres humanos. También el gesto adusto y el puño amenazante. Hasta los insectos tienen un lenguaje corporal que les permite cierto entendimiento.
¿Tenemos distintas edades? El viejo empuja el cochecito del biznieto, lo lleva de paseo y afirma en él su paso vacilante.
¿Entonces…?

martes, 21 de mayo de 2013

Señor de la risa


Cruzo la plaza. El sol calienta con avaricia después de varios días grises. Un señor ríe a carcajadas. Y contagia.
Veo una pareja de jóvenes abrazados, cuerpos fusionados, besos y caricias a plena luz. No sé si son dos chicas o dos chicos o uno y uno. Se aman, ¿qué más?
Un muchacho de pelo largo con rastas toca una guitarra.
Un par de muchachas recostadas sobre el césped toman unos mates. Picnic del asfalto. La radio suena todo volumen. La máquina de hacer pájaros.
Un negro retinto, tal vez de Senegal, muestra los destellos de anillos, pulseras y relojes. Oro, plata, zafiros y esmeraldas a diez pesos.
En un banco un hombre lee, en otro, dos, juegan una partida de ajedrez.
Más allá, un grupo numeroso. Conversan, gesticulan, ríen. Son jóvenes y se divierten, están juntos, van por el parque, por la vida.
Un viejo, puede que con algunos años menos que yo, vende libros usados. Martín Fierro, Así habló Zaratustra, Diarios de motocicleta, Los tigres de la Malasia, Mi lucha, Un loto para Miss Quon, Rayuela y otros, mezcla rara, delirante.
Pasa un taxi. Oigo unos pocos compases de Cambalache cantado por Serrat. Siento ganas de soltar mi risa, una larga y rotunda carcajada.
Entonces, descubro remeras con la cara del Che, otras con la A de anarquía, unas que muestran Miami o La Habana y diez más que no sé ni lo que rezan.
No puedo dejar de pensar en lo maravilloso de la libertad. Que nadie venga a decirte cómo tiene que estar de corto tu pelo o hasta dónde debe cubrir tu pollera o a quién podés besar ni cuántos pueden andar juntos por la calle.
Quiero leer todos los libros y escuchar todas las canciones. Un segundo, un flash. Y todo, gracias al Señor de la risa.

jueves, 2 de mayo de 2013

Señor del choripán

Fuerzo mis dedos para teclear Señor de la locura, pero algo misterioso hace que te designe de otra manera.
Pienso en los 300 guapos que fueron a disparar a mansalva contra enfermos y enfermeros y quiero poner que vos sos el Señor que camina por el borde, pero no sale.
¿Será que estoy yo también escindido y cuando pienso un nombre para vos escribo otro? Creo que voy camino a la esquizofrenia.
Veo una brigada de 300 efectivos, guarnecidos tras escudos que recuerdan a las legiones romanas, disparar contra enemigos que huyen vestidos con camisetas y guardapolvos blancos o verdes, mientras topadoras amarillas destruyen el último refugio que les queda. No puede ser cierto, debo estar sufriendo una alucinación.
Oigo y veo gente en las confiterías y bares discutiendo sobre estas escenas de violencia que no comprendo. ¿Se oye el silencio? Yo sí. Oigo silencios cómplices. Silencios que aúllan prepotencia.
¿Por qué digito en mi teclado Señor de la prepotencia y leo en la pantalla Señor del choripán? Algo está desarreglado en mi cabeza. Sé que es un síntoma agudo. Últimamente se repite con mayor frecuencia esto de ver cosas que no pueden ser la realidad.
Me asomo al balcón y veo ríos en las avenidas, autos que flotan y giran en remolinos. Veo camiones que levantan la basura y, sin embargo, cuando recorro Buenos Aires veo basura en todas las esquinas. Veo ríos que se entierran y ríos que salen a la superficie, subterráneos a cielo abierto construidos sobre la misma traza de otros que van bajo tierra. Leo que son vetadas leyes votadas por legisladores. Estoy loco.
Soy yo, estoy seguro. Perdí la noción de la realidad. Los diarios muestran fotos de espaldas estragadas por cinco, diez, veinte perdigones. Dicen que son las espaldas de internos de un hospital que atacaron con piedras y palos a los legionarios. No puede ser.
Insisto. Quiero escribir Señor del perdigón, Señor de la topadora, Señor de la basura, Señor del agua desmadrada y siempre leo Señor del choripán.
No puede ser que el kiosco de choripán de la Av. Sarmiento tenga un cartel que reza: GOBIERNO DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES. Estoy volviéndome loco. No puede haber un restorán sin baño, mugriento, con pilas de bolsas de carbón donde anidan ratas y cucarachas patrocinado por el Gobierno de la Ciudad. ¿Kioscos esponsoreados?
No confío en lo que veo. Voy a la Costanera Sur en busca de aire limpio. Cuando era chico las maestras nos llevaban a ver el monumento erigido a un señor que había entregado su salvavidas a una mujer durante un naufragio. Altruismo, decían. Luis Viale, nombraban.
Humo, papelitos y roña. Miro en derredor y veo los carritos de choripán adornados con guirnaldas. Veo las pilas de bolsas de carbón, los tachos de agua mierdosa donde se lavan las copas, los baños que no existen, el camión misterioso que entrega ristras de chorizos y otras carnes de dudosa procedencia. ¿Bromatología no tiene topadoras?
Entonces, empiezo a comprender lo que ocurre con mis dedos. Ya vienen a buscarme para llevarme más allá del borde, al Borda, con mis amigos. Antes de que lleguen intento escribir tu nombre: Señor de la inundación, Señor de la basura, Señor del veto, Señor de la importación de partes de automóviles, Señor de los 200 días de vacaciones, Señor de la dura barba…
No hay nada que hacer. Escribo mil nombres. Es inútil: la pantalla sólo muestra Señor del choripán.

martes, 16 de abril de 2013

Señor del expediente

Estás a la sombra del Señor de la Toga. Conocés los pasillos que corren entre estanterías metálicas cargadas de expedientes fulano contra fulano. Disfrutás de la feria de verano y la de invierno. Te corresponde, lo tenés bien ganado.

Dominás el abracadabra que abre y cierra las puertas de miles de juicios. Toda una vida entre papeles, cosiendo folios, poniendo sobre el calentador eléctrico la pavita para el mate acompañado de bizcochitos.

Aprendiste el truco de hacer desaparecer hojas marcadas. Tu mirada se acostumbró a no ver a los que esperan en los pasillos durante horas. Ninguna miseria humana te falta conocer, sabés cómo hacer humo una carpeta cargada de dolores y reclamos.

Tratás de vos a jueces, abogados, testigos y procesados. Sos el señor del murmullo y los silencios, de las respuestas calladas y el trueque de favores.

Integrás una gran familia cuyos miembros abarcan las más disímiles profesiones. Médicos forenses, expertos en balística, comisarios, inspectores, oficiales de justicia, mediadores, testigos que se muerden las uñas y perejiles que van por la séptima condena.

Nunca sos culpable. No podrías serlo. Sos una de las piezas que hacen funcionar la institución pergeñada para dictaminar la inocencia y la culpabilidad de la gente de la calle. Tu hijo, tu nieto, tu sobrino -como en la dorada Edad Media de los gremios- esperan para ingresar en ese mundo amarillo de papeles carcomidos por la humedad y las mordidas de las ratas. Universo de sombras.

Sos un iniciado en el arcano calendario judicial compuesto de días inhábiles, ferias, plazos perentorios y prórrogas que desconocemos el común de los mortales. Viste desistir a muchos. Viste cómo la desesperanza perfundía las pieles de los viejos que sentían llegar la muerte antes que la sentencia.

Sos el que estampa el sello sobre la firma del Señor de la Toga. El que selló la prisión del procesado por robo -que va a ir preso-, y la libertad del policía -que nunca va a pisar la cárcel- que mató de un disparo en la nuca a un adolescente.

Sabés de juicios eternos, prescripciones silenciosas y cadenas de excusas y subrogancias. Te reís de la mujer vendada que sostiene una balanza. Sos el que maneja las pesas y fuiste el que marcó las que tienen los gramos cambiados. Te piden que seas igual que ella y algo más. Tenés que andar con los ojos vendados y la boca amordazada.

Ahora estás furioso porque el Congreso de la Nación va a tratar un proyecto de reforma. No te oí protestar por los juicios que nunca se terminan, por las condenas sin prisión efectiva a coimeros y corruptos. No alzaste la voz contra los peritos que truchan informes ni contra los forenses que confunden paro cardiorespiratorio con torturas en los calabozos de las comisarías.

Comprendo. La familia no se elige. Uno nace dentro de ella y la tiene que aceptar. Tu familia es la judicial y no podés protestar ni denunciar. Puedo darme cuenta. Funciona como si hubiera un pacto de sangre, ¿no?

miércoles, 10 de abril de 2013

Señor del alambre

Sé que alguna vez estuviste imbuido de buenas intenciones. Cuando eras estudiante, cuando decidiste afiliarte a tu partido, cuando fuiste elegido delegado en aquella fábrica.

Nadie nace traidor ni corrupto ni malintencionado. No me tocó a mí; no creo que le haya tocado a nadie, eso de nacer malnacido. Nos vamos haciendo.

Estoy seguro de que, siendo una chiquilína o un chiquilín, te propusiste ser ingeniero y construir un puente, o ser médico y salvar a alguien de la muerte, o deportista y llegar a campeón de algo, o presidente, cantor famoso, escritor…

Tal vez haya unos pocos que hayan tenido la laya de imaginarse ladrones, coimeros y vivir arrinconados por el desprecio de todos. Me cuesta pensar que esto pueda ser posible.

Tiendo a pensar bien de vos. Pienso que en algún momento se te cruzaron la perfidia y la codicia. Fuiste escalando posiciones y el poder te fue obnubilando. Veías a tu alrededor a un coro genuflexo que se hacía más numeroso a medida que te agrandabas y manejabas más poder.

Había que hacer canales para permitir el drenaje de la planicie pampeana –millones de hectáreas- pero alguien susurró en tu oído que nadie lo vería, que sería mejor contratar un estudio de factibilidad y dedicar el resto del dinero a otra cosa más lucrativa.

Había que dragar los cursos de agua, los arroyos soterrados, hacer reservorios y diques, pero ya estabas lanzado en la campaña electoral del año próximo y no te daba el tiempo. Mejor tapar unos baches y pasar una capita de asfalto en los barrios.
Había que construir mil viviendas pero mejor era construir quinientas al doble de precio y que depositaran una cifra en tu cuenta en otro país. ¿Cloacas? ¿Para qué?

Mientras tanto, tus asesores te mandaban al dentista para mejorar tu sonrisa y te enseñaban a leer los discursos que otros escribían.

Había tanto para hacer, pero todo podía atarse con alambre. En una de esas, la lluvia torrencial del año pasado no se repetiría el presente ni el próximo. Es una cuestión estadística.

Atar con alambre y ensayar las palabras que pronunciarías para echar la culpa sobre los que te precedieron. Iguales, absolutamente iguales, otros señores del alambre.

Entonces llamaste a licitación para comprar más alambre. Millones de kilos de alambre de hierro dulce oxidado que pagaste alegremente a precio de oro.

Te gusta el oro más que el bronce y más que el hierro.

Los cadáveres flotan en el agua, no en tu conciencia, donde la moral también está atada con alambre. Pronto irán bajo tierra y sólo unos pocos los recordarán llorando.

La muerte nos toca a todos, la vida es una, te decís.

Y yo te digo: El alambre oxidado y el oro son para los inmorales. El bronce es para los inmortales.

Claro que habría que volver a fundir muchas de las estatuas erigidas a tipos como vos. Pero eso, no es culpa del bronce.

sábado, 23 de marzo de 2013

Señor de las plantitas

Llueve. Mate. Diario.
Leo que en Saladillo mandaron a la cárcel a Fernando Colombini, un muchacho de 25 años que cultivaba cuatro plantas de marihuana en el patio.
Hace 36 días que está preso.
Gente modesta, albañil, padre de una chiquilina de ocho años.
"El juez le dictó la preventiva y se declaró incompetente. Y la causa deambula por juzgados federales", leo en Página 12. ¿La causa?
Me pregunto si lloverá en el patio del penal.
El artículo menciona al pasar que hay antecedentes de otros procedimientos similares armadas en ese pueblo. La policía, un funcionario de la Dirección de Tránsito, el incompetente juez Mateos, un fistal apellidado Sarramone y una tal Caviglia, defensora oficial que permaneció cruzada de brazos.
Una causa armada al mejor estilo de la bonaerense.
Seguramente, hay otros casos parecidos en ese tranquilo pueblo de la provincia. Un par de sobres de merca en un bolsillo de otro perejil, alguno que llevaba un porrito y cosas del mismo tenor y al mismo efecto.
Así es la lucha contra el delito.
Este fin de semana, mientras todos disfrutemos del asadito, el temible traficante que cultivaba ocho plantitas (según él eran sólo cuatro), va a mirar el cielo a través de las rejas.
Diría que hay que hacer el camino al revés. Me da por pensar que los que lo encerraron son los que tendrían que estar adentro.
Siento olor a gorra y cocaína.
Algo huele mal en Saladillo.

martes, 5 de marzo de 2013

Señor que está en el billete

Recuerdo una tarde de lluvia. Estábamos de mate y bizcochitos con mi amigo Oscar. Federico, su hijo, mataba el aburrimiento jugando con la billetera, que contenía los ahorros de toda su vida. Levantó uno de dos pesos y leyó en voz alta: Bartolomé Mitre. ¿Quién fue? El padre y yo nos miramos. Tratamos de hacer memoria. Allá por 1862 fue elegido Presidente de los Argentinos. Uno de sus actos de gobierno fue integrar la Triple Alianza contra el Paraguay, un hecho vergonzoso. Con motivo del inicio de la guerra, declara en un discurso famoso: “en tres días en los cuarteles, en tres semanas en el campo de batalla y en tres meses en la Asunción”. Demoró más de tres años. Al mando del ejército aliado, comandó las tropas de la primera batalla importante de esa guerra. Fue la batalla de Curupaytí, que tuvo lugar el 22 de septiembre de 1866. Demostrando una incapacidad nunca vista, ordenó un ataque frontal que terminó con más de 10.000 soldados aliados muertos y heridos, frente a menos de 100 bajas (30 muertos) de los paraguayos. Después escribió La Historia de San Martín. En ese libro se da el lujo de criticar casi todas las decisiones estratégicas de El Gran Capitán. Ya estábamos consultando libros de historia para seguir dándole a Mitre, cuando levantó un billete de cinco y dijo: San Martín. ¿Y este, qué tal? Ese fue un grande. Un monstruo. Un genio de la guerra que siempre se preocupó por minimizar las bajas de ambos bandos. Era astuto y sabio. Liberó Argentina, Chile y Perú. ¿Y vale sólo cinco? Nos preparamos para argumentar pero ya estaba alzando uno de diez. Manuel Belgrano, leyó. Otro grande. Un revolucionario. Un hombre limpio y decente. Muy respetuoso de los pueblos originarios. Siguió con el de veinte pesos. ¿Y este?, Juan Manuel de Rosas. Oscar y yo nos miramos. Y… se dice de todo un poco. Los federales lo califican como un grande pero su política fue netamente unitaria. Entregó cientos de miles de hectáreas a los terratenientes. Bueno, pero tené en cuenta que luchó contra Francia e Inglaterra para defender la integración. ¡No digas eso! Defendía los intereses de Buenos Aires. Federico enarboló el de cincuenta. Domingo Faustino Sarmiento. Algo acalorados por la discusión anterior, nos trenzamos de nuevo. Argentina le debe la educación popular. Un educador. Un prepotente. Trajo a las maestras de Boston. Sí, y quería regalar la Patagonia. Cortó el debate enarbolando el de cien. Exclamó: Julio Argentino Roca. Ahí respiramos. Frente común. Fue un genocida. Terminó de entregar las tierras a los terratenientes. Ni siquiera andaba a caballo. Un sátrapa. Ataliva, el hermano, era su hombre de paja, el que hacía los negocios sucios. Separó a las familias y esclavizó a hombres y mujeres. Se nos había calentado el pico. Estábamos entusiasmados. Pero Federico preguntó: Y si era tan mal tipo… ¿por qué lo pusieron en el que vale más? Quedamos en silencio. Implacable, el hijo de mi amigo lanzó su último dardo: ¿Y a Menem y al otro… De la Rúa, qué valor les van a dar? Callamos. Sería bueno que alguien inventara un billete con signo negativo. Claro que necesitaríamos muchos valores distintos para honrar a unos cuántos, que hoy se llenan la boca, inmortalizando su rostro en el papel.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Señor del hábito púrpura

Dicen que el hábito hace al monje. No entiendo muy bien como aplica este dicho popular a las diferentes categorías eclesiales. Cómo el negro del párroco migra al púrpura del cardenal y de ahí al blanco del sumo pontífice, escapa a mi comprensión. Por lo que observo deduzco que de muchos negros se llega al púrpura y de muchos púrpuras adviene el blanco. El fervor de los creyentes afirma que, si bien el último nace de los anteriores, el fuego del que brota el humo albo proviene del Cielo. Para alguien que –como yo- no cree más que en piedras, plantas y animales (también, aunque menos, en el aire y la luz), este proceso que lleva de lo oscuro a lo claro tiene algo de misterioso. Conocí a lo largo de mi vida a un par de curas (los del hábito negro) y debo decir que no encuentro de qué forma estos hombres que caminan por los calles de ciertos pueblos embarrándose la sotana, pueden llegar a los salones recamados de oro, a la seda y los diamantes de la sede central. Según colijo, los que llegan están acostumbrados a estos brillos. Hablando de esto, otro misterio. Dicen que en los sótanos vaticanos hay pasillos y más pasillos repletos de estantes que contienen libros prohibidos, códices malditos, palimpsestos de Ur, Babilonia y Babel. Dicen que hay tesoros que podrían terminar con el hambre del mundo de un plumazo. Es tanto el misterio y tanto el celo con que se ocultan estas riquezas, que lleva a pensar que hay algo más. Tal vez, el Toro de Minos no haya muerto por los golpes de Teseo y el famoso laberinto no sea otra cosa que esta sucesión de corredores plagados de estanterías y vitrinas. Quizás este mitad hombre mitad bestia no devore hombres sino conciencias. Vaya uno a saber. Dicen que el hombre que renunció era bueno y sabio. Corren rumores de fiestas y negociados. Si los de allá son como los de aquí, no sería raro. El poder corrompe y, según parece, el poder divino corrompe divinamente. A pesar de no creer más que en ladrillos, espero, como todos, que brote el humo blanco. Espero que este humo sea blanco de verdad y que el blanco de este hábito haga al hombre que lo vista. Aguardo la llegada de un hombre que limpie a la Iglesia. Alguien que someta a los pedófilos a la justicia ordinaria, alguien que se atreva a reconocer los delitos de propios y ajenos. Alguien que se acerque a los miserables y los proteja de los poderosos. No sé si la vanidad es la que me lleva a desear esto. Siempre me cayó bien la imagen del Cordero de Dios. Quisiera que este cordero transmutara en león. Nunca en lobo

sábado, 16 de febrero de 2013

Señor del voto ilustrado

Vos sí que sabés votar; no sos como yo. Tu voto no es como el mío. Lo meditás después de sopesar la información de todos los candidatos y concurrís a los comicios con la frente alta, seguro de que tu elección está bien fundada. Tenés una larga historia de aciertos. En este país el que se equivoca soy yo. Tu voto es por la Patria, el mío por el bolsillo. Sos un hombre de mundo. Conocés Miami, Punta del Este y Cancún. En una de esas, hasta anduviste por Europa y llegaste a Nueva York. Te movés con soltura en los aeropuertos y fuiste pasajero de trenes bala. Países en serio, no como el nuestro. Amás la libertad, la democracia, la justicia y el orden, igual que yo. Ahí nos encontramos. Pero yo no sé qué significan estas palabras; vos, en cambio, sí. Tenés estudios, sos propietario, comerciante o profesional, tenés auto y pagás tus impuestos. Rectifico: No pagás los impuestos, suspendés el pago como protesta porque los funcionarios no hacen obras (se roban todo). Si los del gobierno hicieran lo que tienen que hacer, vos pagarías como corresponde. Sé que estás repensando este asunto de la democracia. ¿Cómo puede ser que tu voto tenga el mismo valor que el mío? Ahora resulta que hasta los imberbes de dieciséis años votan igual que vos. Como ilustrado que sos, tenés amigos ilustres: Bartolomé Mitre, Julio A. Roca (Ataliva no se nombra), Pedro E. Aramburu, Juan C. Onganía, Alejandro A. Lanusse, Jorge R. Videla y tantos más. Decís que estamos en una dictadura. Hay que reconocer que sos valiente. Hace falta coraje para decir en los diarios, en la radio y en la televisión que vivimos en una dictadura. ¿No te da miedo? Tenés agallas, sí. Lo vi en la tele cuando insultaron al Kicillof ese. El cobarde se abrazaba al hijito y trataba de escapar de los setenta ilustrados que lo puteaban. Estuvo mal. Tendría que haber hecho frente, dar la cara y debatir. Lástima que a mí me gusta ese tipo. Entiendo lo que dice, habla sencillo. Pero claro, yo no soy un ilustrado como vos. Yo, con un choripán me arreglo. Vos, en cambio, tenés convicciones, tenés garra. Admiro tu tesón. No se pueden comprar dólares para viajar pero igual seguís haciéndolo. Si no fuera por vos, que te vas afuera, yo no encontraría alojamiento en San Clemente o en Córdoba. Hablando de viajar. ¿Viste que Aerolíneas Argentinas movió a siete millones de pasajeros? Nos llenaron de pérdidas. Era mejor cuando estaba Marsans, ¿no? ¿Para qué queremos una compañía de bandera? Ya están las de Italia, Chile, Suiza, Francia y otros. ¿Para qué poner una más? Hablar de los que salen me hace pensar en los que entran. Protestás porque el país se está llenado de paraguas, bolitas, yoruguas y perucas. Vienen a matarse el hambre, a curarse, a estudiar, a ganar plata para mandar a los parientes. Esto también es confuso para mí. ¿No ven lo mal que estamos? ¿Y qué me contás de los científicos que se vuelven? Todos locos. Vos tenés tanto estudio (y la casa y el auto) que podés ver la verdad. Yo me las como todas. Alguna vez vas a tener que tomarte el trabajo de explicarme por qué las cosas que a mí me gustan están mal. Es una lista larga. En los últimos diez años se construyeron 1.800 escuelas mientras que en los diez anteriores no llegaron ni a 20; en 2002 se fabricaban 160.000 autos y hoy andamos por más de 800.000; hay millones de nuevos jubilados que antes no cobraban un peso; se reparten computadoras en las escuelas… Bueno, ya sabés cómo sigue la lista. Pero para vos lo que importa es la democracia. Para mí, la democracia es algo sencillo. Se vota. Los que ganan gobiernan y los que pierden son oposición. Al respecto, te digo que no me convence del todo. Los legisladores hacen las leyes, los jueces las hacen cumplir y, para ello, recurren a la fuerza de la policía y los gendarmes. La verdad, mucho no me gusta. Pero es lo que hay, y si miro para atrás y veo lo que hubo, me quedo con esto. Pero a vos esto no te gusta. Para vos, un ilustrado, que gobierne la mayoría es una dictadura electoral. Confuso, confieso, no te entiendo. Parece que estamos siempre en desacuerdo. Yo, cargo una bolsa de síes; vos, una de noes. ¿Hace falta hacer un detalle? A pesar de todo, yo espero las próximas elecciones con cierta ilusión. Vos, ¿qué esperás? ¿Te da miedo decirlo? ¿O no sabés esperar?

jueves, 7 de febrero de 2013

Señor de los votos

Sos el que recibe mi voto. Yo, el idiota que lo pone en la urna. 
Por momentos no sé qué diferencia hay entre vos y el que se sienta enfrente. Tampoco distingo muy bien entre tu sonrisa y la del otro. Pareciera que hubieran ido los dos al mismo dentista. Las treinta y dos piezas dentarias impecables encandilan desde los carteles a todo color que -como si ambos fueran una zapatilla o un jamón cocido natural-, veo en esquinas, en la banquina de la ruta y en autopistas. 
Mostrás una sonrisa de un millón de dólares, tu nombre en letras de molde y, siempre, el dato de un año: 2000, 2004, 2008. Ahora ponés 2015. ¿Es una promesa? 2015. FULANO 2015. Me pregunto qué querrás decir. También me pregunto por el otro, tu oponente.
Hace poco disfruté de cinco días de vacaciones en la costa. Bastante más que muchos que no pueden ir ni a la plaza y bastante menos que los dos o tres meses que vos mismo decidiste que te corresponden por año. Bien mirado, nunca se sabe bien cuándo trabajás. 
Mejor sigo con mi viaje de descanso: Iba por la ruta y me distraía tanta oferta. Decenas de apellidos me incitaban desde los alambrados. FULANO 2015. Me incitaban, sí, pero te confieso que no lograban seducirme. La zapatilla prometía que corría más, el jamón que sabía mejor, la cubierta que tenía agarre, el herbicida que no dejaría ni un yuyo y el hotel que sería el más cómodo. Pero vos no decías nada. FULANO 2015. Y el otro, MENGANO 2015. 
No te entiendo, señor de los votos. ¿Qué querés decir? Me dejás pensando. ¿Sos un producto? Pienso y pienso pero no llego a darme cuenta. Los productos vienen en envases o en paquetes pero si te compro, el que queda empaquetado soy yo. Claro, yo soy el idiota que vota. 
Hace años que vengo probando. ¿Será que siempre me equivoco? Ya casi estoy convencido de que la mayoría siempre se equivoca. Cuando cambio mi voto, lo hago para que vos te vayas. Disculpá, pero es porque no quiero verte más sentado en una banca. Si me sale bien, no resultás elegido. Pero entonces pelás la tarjeta MANDATO CUMPLIDO y seguís metido en el reñidero. 
¿Qué es eso de mandato cumplido? ¿De qué galera lo sacaste? Así que antes de que te vote sos 2015, después sos mi representante y más tarde mandato cumplido. Eso para no hablar de las fundaciones y consultoras que conformás. Siempre vigente, siempre dando vueltas. Una rémora. Para colmo, detrás de vos queda un reguero de hijos, nietos, amigos, choferes, secretarias y asesores. 
Pero vuelvo a los carteles: Resultás muy predecible. Sólo tengo que sumar 4 a la última cifra que ponés junto a tu apellido. 2015, 2019, 2023… Un poco aburrido, ¿no? ¿No se te ocurre otra cosa? ¿Ya no te quedan ganas de prometer? Me da por pensar que es una actitud propia de un idiota. 
Sin embargo, el idiota que vota soy yo. Eso no me lo quita nadie. El cartel que ponés, el sueldo del mozo que te sirve, los pasajes de avión (canjeables por efectivo), el teléfono celular y demás gastos los pago yo. Ahora que pongo “demás gastos” me da por pensar en los asados, en los agasajos, en el buen vino que tomás con la plata de los giles como yo. Mejor no sigo. Resulta abrumador. 
¿O será que no podés decir lo que pensás hacer? Últimamente estoy escuchando hablar a muchos ex ministros de economía (mandato incumplido); ninguno fue. Estábamos entre los veinte primeros países del mundo y ahora andamos por el puesto ochenta o peor, pero no fue culpa de ellos. Son todos sabios. Lo que pasa es que yo no entiendo. 
No entiendo pero tengo algunas ideas. Por ejemplo: que los ministros de economía firmen una garantía comprometiendo sus bienes para el caso de que su plan no funcione; que los senadores tengan que devolver los sueldos y no cobren jubilación si no actúan bien; que los… ¡bah! ¿Para qué seguir? Sabés perfectamente lo que quiero decir. 
Desde luego, vas a argumentar que la democracia tiene algunos problemas, pero no conocés otro sistema mejor. No tengo respuesta, sólo soy el que vota. 
Entre vos y tus amigos armaron un lindo circo, sí. El único problema es que tus payasos me hacen llorar y tus magos me sacan el dinero del bolsillo.

domingo, 27 de enero de 2013

Señor de las armas




            Señor de las armas, te miro. Con mis ojos purulentos de glaucoma, mis pies descalzos, mi panza hinchada por el vacío del hambre y mis huesos sin calcio.
            Te miro. Desde la canilla a la que llego después de recorrer mil metros para llenar un bidón con agua y mierda; desde los campos yermos a los que me confinaste; desde la sala del vacunatorio donde me inyectan la prevención del mal que me inyectaste.
            Te miro. A través de la neblina de glifosato y mientras camino por los barros de petróleo y cianuro.
            Soy el que come tu basura, el que bebe tus orines, el que atraviesa subrepticiamente tus fronteras doradas para llevarte el sueño blanco.
            Veo tus cruces de fuego y tus capuchas albas, tu Enola Gay radiante sobrevolando el océano, tu lluvia defoliante y tu napalm.
            Soy el que vende a los hijos, el que trafica sus órganos, el que mata y viola por encargo, el borracho, el jugador, el fumador de paco.
            Vivo en la casa tomada, en la villa, en la favela, en las chabolas y caravanas destartaladas, en portales, bancos de plaza y bajo las autopistas.
            Señor de las armas, te observo. Te vi asesinar al asesino Bin Laden. Vi las filas de lápidas blancas alineadas sobre el césped de Arlington.
            Voy aprendiendo tu idioma y tu mapa. Hiroshima, Vietnam, Playa Girón, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Malvinas, Irak, Afganistán, Gaza, Mali.
            Observo quienes son tus amigos de toda la vida. Próceres del mundo entero: Fulgencio Batista, Idi Amín Dadá, Anastasio Somoza, Alfredo Stroessner, Papá Doc, Nguyên Van Thieu, Pinochet y Videla.
            Muero por comprar tus mejores inventos: Coca-cola, Winchester, Smith & Wesson, Remington, Ford y Texaco.
            Asimilo tus enseñanzas. Aprendí la técnica del submarino seco, la picana en los testículos, las pinzas que arrancan uñas y los marines que mean libros sagrados en Guantánamo.
            Aprendo, sí. Tus navidades nevadas, tu manteca de maní, tu caucho, tus hamburguesas chorreando salsa roja, tu justicia blanca, tu día de acción de gracias al señor por tu sueño de plástico y tus matanzas de escolares.
            Conozco tus proyectos: La doctrina Monroe, el plan Marshal, la Otan, la Alianza para el Progreso, Liberia, el Fmi, el Nafta y el Alca, la Guerra de las Galaxias.
            Te miro. Ladrón de Texas, padre de la maquila, matador de indios, mutilador universal.
            Reconozco en tu escudo el águila calva. Ladrona, cruza de buitre y reina de los piratas. Tenías que elegir un ave de rapiña para representar tu calaña, única en América.
            Soy uno de los repugnantes del Sur. Soy del cóndor, del hornero, del tucán y del flamenco. Soy uno más como los de Mozambique, Zambia y Burundi.
            Tengo mi propia medida del tiempo. En el Sur, cada tres segundos y medio muere de hambre un niño. Treinta mil por día, novecientos mil por mes, diez millones novecientos cincuenta mil por año.
            Hablás todas las lenguas, vestís todos los uniformes, contaminás todos los mares. Tus socios imparten órdenes en alemán y francés; tus alcahuetes entienden y obedecen.
            Prepará tus misiles para Guibón, Isla de Pascua y Kenia. Mantené tus cámaras en los satélites sobre Perú, Indonesia y Timor Oriental. Asegurá que todas tus plagas estén a punto. Vengan a nos tus drones.
            Seguro que estudiaste la historia de Alejandro de Macedonia, Timur-i Lang, Napoleón Bonaparte y Hitler. Todos los imperios se derrumban tarde o temprano. No basta con ser el señor de las armas. Aún te falta ser el señor de las almas.