sábado, 17 de diciembre de 2016

Señor de la fiesta

Te conozco. Estás de fiesta porque murió Fidel. Sos el Señor Gusano. Estás de festejo porque pensás que la historia va a volver para atrás, que las agujas del reloj van a iniciar un viaje al revés, que todo va a volver a ser como antes.

Tal vez, en los hechos, vayas a tener razón. Puede que vuelvan las chicas a nadar desnudas en los hoteles, que regrese la Cuba prostibularia y drogona y acaso encuentres a algún pariente de la línea de sangre de Fulgencio Batista, que quiera presentarse como candidato de una eventual elección controlada electrónicamente, con padrón de sufragantes calificados y todo.

Acaso ya estén pensando en levantar el bloqueo de sesenta años volviendo a venderle a la isla lo que no fabrica: petróleo, jabón, manteca, papel, fósforos… en fin, la lista es larga; poné todo, tachá azúcar. Pensándolo mejor: tachá lo que hasta hoy sobró en la isla: educación, sanidad, alegría, solidaridad, amor propio, esperanza. Los negocios van a ser para vos y tus amigos.

Ahora va a venir el palabrerío libertad y democracia en miles de kilos de papel y tinta de la prensa libre, la que calló el bloqueo, la que empuja los negociados en el mundo entero, la de las guerras fogoneadas por los vendedores de armas, la que calla las pruebas de los laboratorios medicinales,  la que esconde a los curas pedófilos, la que silencia Guantánamo.  De paso, anotá, andá pidiéndole a Trump que prepare la ampliación porque van a ser pocos los calabozos.

Te conozco, Gusano, vos no viste la multitud, los millones de cubanos que rindieron un saludo de respeto y silencio mientras pasaban las cenizas de Fidel. No viste porque estabas de pinchazo y esnifada festejando la muerte de un hombre que se alzó en defensa de ese pueblo. 

Decís que faltaba jabón y papel higiénico, que mendigaban monedas a los turistas y otras miserias provenientes del aislamiento forzado por más de medio siglo. Decís que faltó libertad. Vos y tus amigos pregonan la libertad del desnutrido y el indigente. Nunca vas a entender que techo, educación, atención médica y dignidad son elementos que constituyen la base del hombre libre. Estas miserias son tus medallas de latón, las que cubren tu pecho, preseas que ganaste por morder el polvo en Playa Girón, premios al demérito de haber sido cómplice de la pobreza de tu país desde la tierra del enemigo.

Te conozco, Gusano, por tus venas corre la sangre de un apátrida y aún, te digo, si volvieras a Cuba a regentear boites y cabarets, nunca encontrarás la forma de perder esta condición.