lunes, 11 de septiembre de 2017

Los neonazis argentinos

D.R.A.E.:  RAZA:  1. f. Casta o calidad del origen o linaje.

Resulta estéril discutir si la tierra debe ser devuelta a los pueblos originarios. No hablo de derechos sino de factibilidad. No sería factible aunque todos nos pusiéramos de acuerdo en hacerlo.
La conquista da derechos. Los conquistados deben agachar la cabeza y someterse so pena de muerte y aniquilación. De hecho, esto fue lo que pasó: los pueblos originarios fueron vencidos por la viruela, el vino y el plomo y sus tierras ocupadas para siempre y sin vuelta atrás. Sin vuelta atrás.
Después vino la usurpación sistemática y la caza hombre por hombre comandada por los Braun y los Menéndez. No tiene objeto reiterar la historia de este latrocinio mil veces escrita.
Hoy por hoy, la Constitución Nacional y otros instrumentos intentan reparar en parte el despojo asegurando los derechos básicos de las comunidades indígenas, entre ellos el derecho de posesión y propiedad comunitaria de la tierra.
En realidad, se los condena a una muerte lenta confinados en las reservas sin posibilidades de comerciar dignamente lo poco que pueden obtener. La conquista continua por otros medios hasta el exterminio total.
Los indígenas rebeldes son sometidos a mil denuncias y al acoso de los fiscales y jueces de cada área. Así, un “indio” que se atreva a levantar la voz, será citado una y otra vez a los juzgados acumulando causas que generarán un “frondoso prontuario”. Para presentarse a declarar deberá recorrer kilómetros, esperar horas en los pasillos y soportar el maltrato de los empleados judiciales.
Los espías del gobierno inventan una Resistencia Ancestral Mapuche, RAM, financiada por los ingleses, apoyada por ISIS, ayudada por gurkas o vaya a saber por quién más. Terribles terroristas que quieren separar a la Patagonia para la corona británica. Además de la ministra, ¿puede haber alguien tan estúpido como para sostener este dislate?

Ahora, a raíz de la desaparición forzosa de Santiago Maldonado se pone otra vez en el tapete la lucha de unos pocos mapuches contra el “alambre y el fiscal”. Benetton, Lewis y Macri no pueden esperar la extinción por inanición. Los perversos tienen apuro.
Entonces, oigo con estupor las voces de los clase media argentinos, hijos de inmigrantes todos –yo incluido-, italianos, españoles, judíos, los neonazis argentinos, que dicen que Santiago Maldonado se la buscó, que no tenía nada que hacer al lado de los “indios”, que son chilenos y no argentinos (ignorancia supina) y demás denigraciones por el estilo.
¿Acaso estaría bien que invadiéramos los templos, que impidiéramos celebraciones religiosas, que prohibiéramos la enseñanza del hebreo o del inglés?
No sé cuál es el proceso mental de un neonazi. Ignoro cómo logra dar vuelta las cosas y armar su propia lógica que le permite decir que los pueblos originarios no tienen derecho a preservar sus costumbres, sus creencias, sus culturas ancestrales y, al menos, un retazo de la tierra que les fuera arrebatada. Si hay alguien que tiene calidad de origen son ellos.
La policía y gendarmería de cada lugar donde hay una reserva indígena, los políticos, funcionarios y jueces se agrupan para liquidar hasta el último vestigio de los pueblos que estaban aquí antes de la conquista.


¿Hay alguna diferencia con los nazis del siglo pasado?

martes, 17 de enero de 2017

PARTE 2 - La ley del vencedor

“Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas,  y daban  de cabeza con ellas en las peñas.”

Fray Bartolomé de las Casas

La victoria da derechos.
No hay manera de dar vuelta las cosas y hacer como si nada hubiera pasado. Los millones de aborígenes asesinados por las armas y las pestes no pueden volver a la vida. Las toneladas de plata y oro que reactivaron a la exhausta economía de Europa no pueden ser devueltas a América, ni el capital ni los intereses.

No sólo hubo una crueldad física que provoca espanto –los perros cazadores de indios, la tortura, las violaciones y masacres-, además, sumada a ella hubo una crueldad psicológica ejercida por los que venían a evangelizar y a traer la fe cristiana. Prueba de esta afirmación son las imágenes de los llamados “ángeles arcabuceros”. Los sacerdotes católicos hacían tallar imágenes de soldados con armadura y arcabuz en mano con el sorprendente aditamento de dos alas angelicales de gran tamaño que parecían sostenerlos en el aire por obra de una fuerza sobrenatural. Así, la conquista y la muerte -provocada por la magia de la pólvora y el plomo- eran pregonadas como mensaje divino.

¿Cómo volver atrás el tiempo? Tendríamos que volver a los barcos para regresar a España, a Italia, Francia, Polonia, Rusia, China y tantos más y aún con eso, ¿sería suficiente? ¿Deberíamos incendiar los pueblos, arrasar los campos, tomar las criaturas de las tetas de las madres por las piernas y reventar sus cabezas contra las peñas de Europa; destruir nuestros templos y reemplazar sus dioses por Pillán, el dios del trueno? ¿Vaciaríamos las arcas, quitaríamos el oro que recubre los altares, destruiríamos la economía para devolver una parte de lo robado? ¿Cuánto daño habríamos de inferirnos para una debida retaliación? Imposible. Ni siquiera somos capaces de imaginar la devastación, la impotencia, la furia.

Bastaría con cerrar los ojos un momento para ver el fuego, los aceros cortando brazos y cabezas, los niños arrancados de las madres, las pilas de cadáveres comidos por las pústulas de la viruela, los hombres blancos cubiertos de metal pulido rodeados del humo de la pólvora, el ruido, los gritos implorando una piedad que nunca recibieron, los hombres esclavizados marcados por distintas mutilaciones. ¿Quién se atreverá a decir cuál es la reparación debida a los pueblos originarios?

Asumamos que la victoria da derechos. Asumamos que no podremos jamás reparar el daño, restañar las heridas, levantar la sangre derramada en la tierra y devolverla a las venas. Vinimos en los barcos a conquistar un continente virgen y, mal que nos pese, la invasión fue a sangre y fuego y no hay regreso.

Lo que podemos (más allá de los discursos que vociferan nuestros políticos de turno, más allá de las leyes que los legisladores nunca votan, más allá de los jueces y fiscales del sistema), es intentar asegurar un medio de vida razonable para los pocos sobrevivientes de la masacre. Delimitar las reservas y otorgar la escritura de dominio, construir pequeños mataderos artesanales comunitarios (controlados por profesionales) que les permitan vender en blanco y a precio digno la producción, otorgar créditos para planteles óptimos de ganado vacuno o caprino, retirar los templos de religiones impuestas por los conquistadores,  acercar provisiones a precios normales, etc. Agregue usted lo que quiera a la lista.


Hagamos un plan de lo que se pueda hacer, un plan posible. Pronto, los gendarmes van a cargar en sus escopetas cartuchos con postas de plomo; se acabará el tiempo de las palabras.

lunes, 16 de enero de 2017

PARTE 1 - Terminen la conquista, maten a los niños, liquiden la progenie[1]

La conquista continúa. Quedan todavía miles de hectáreas en manos de los pueblos sometidos. Cierto prurito -algún liviano barniz del verso de la igualdad y la fraternidad en libertad-, tiñe aún los discursos y escritos oficiales. Nadie se atreve a pronunciar la frase del acápite porque sería señalado de inmediato como reaccionario, xenófobo y otros etcéteras del mismo pelaje.
La conquista continúa, sí, y nadie mira hacia el lugar donde se materializa el lento e implacable exterminio. Matanza lisa y llana. Matar a los niños y liquidar la progenie desde la raíz para que nunca vuelva a dar frutos el árbol maleado de los aborígenes.
Las reservas, presentadas ante el mundo “sensible” como una gran reivindicación concedida a los pueblos originarios (curioso trueque de terminología para dejar atrás el despectivo: indio), no son más que campos de concentración sin cámaras de gas Zyklon B, ni hornos crematorios. La muerte es peor que en los campos nazis, más lenta y dolorosa, suministrada con cuentagotas a un ser humano sin esperanza, derrotado por los que fueron sus invasores provenientes de las cárceles de Europa, embarcados en Cádiz, con licencia para matar, violar y cargar los sacos a su antojo.
En la cumbre del cerro está el lonko[2]. Una vez elegido ocupa el cargo de representante o apoderado de la propiedad comunitaria de la reserva y comienza a cobrar un sueldo. Este sueldo es parte del veneno que se instila en el alma de sus vecinos. El lonko ahora sigue viviendo igual, trabaja lo mismo que antes pero le pagan todos los meses una buena cifra. Otro elegido es el werken[3], quien se muda a la capital más próxima, tiene oficina, viste traje y corbata y maneja una camioneta nueva provista por el gobierno. De esta manera las dos autoridades de la estructura ancestral son cooptadas por los conquistadores y separadas de su comunidad. Los designados, partir de ese momento serán envidiados, mirados con recelo, acusados de traición.
Mientras tanto, la comunidad, encerrada en límites imprecisos (no hay escritura ni plano de agrimensura) queda a merced del corrimiento progresivo de los alambrados de los terratenientes vecinos que no vacilan si hay que meter bala. No hay almacén ni supermercado, no hay transporte hasta los centros poblados, no hay compradores de lo que producen. Sólo pueden canjear con una o dos camionetas que entran a la reserva y entregan a precios astronómicos lo propio mientras toman a precio vil la producción que, además casi siempre es por pequeñas cantidades y no alcanza lotes óptimos para ser comercializados. Como esta producción no puede entrar en las ciudades porque no está autorizada por el Senasa los pueblos confinados están obligados a vender en negro a los piratas de los cerros.
Otro factor de vital importancia es la consanguinidad. Es difícil salir de las reservas para los jóvenes. No encuentran trabajo, no tienen formación, hablan una media lengua mezcla de la originaria y el castellano, tienen una religión confusa, son apátridas pero el documento declara que son argentinos, etc. Así, terminan compartiendo el suelo con los padres y, obligados, toman como parejas a mujeres y varones de la misma familia.

¡Adelante, liquiden la progenie, lo demás vendrá cuando Dios y la Patria lo dispongan!






[1] Inspirado en la novela de Kenzaburo Oé, Arrancad las semillas, fusilad a los niños.
[2] Lonko, lonco: jefe, cacique elegido por la comunidad.
[3] Werken, huerquén: consejero del cacique y portavoz elegido por la comunidad.