miércoles, 27 de febrero de 2013

Señor del hábito púrpura

Dicen que el hábito hace al monje. No entiendo muy bien como aplica este dicho popular a las diferentes categorías eclesiales. Cómo el negro del párroco migra al púrpura del cardenal y de ahí al blanco del sumo pontífice, escapa a mi comprensión. Por lo que observo deduzco que de muchos negros se llega al púrpura y de muchos púrpuras adviene el blanco. El fervor de los creyentes afirma que, si bien el último nace de los anteriores, el fuego del que brota el humo albo proviene del Cielo. Para alguien que –como yo- no cree más que en piedras, plantas y animales (también, aunque menos, en el aire y la luz), este proceso que lleva de lo oscuro a lo claro tiene algo de misterioso. Conocí a lo largo de mi vida a un par de curas (los del hábito negro) y debo decir que no encuentro de qué forma estos hombres que caminan por los calles de ciertos pueblos embarrándose la sotana, pueden llegar a los salones recamados de oro, a la seda y los diamantes de la sede central. Según colijo, los que llegan están acostumbrados a estos brillos. Hablando de esto, otro misterio. Dicen que en los sótanos vaticanos hay pasillos y más pasillos repletos de estantes que contienen libros prohibidos, códices malditos, palimpsestos de Ur, Babilonia y Babel. Dicen que hay tesoros que podrían terminar con el hambre del mundo de un plumazo. Es tanto el misterio y tanto el celo con que se ocultan estas riquezas, que lleva a pensar que hay algo más. Tal vez, el Toro de Minos no haya muerto por los golpes de Teseo y el famoso laberinto no sea otra cosa que esta sucesión de corredores plagados de estanterías y vitrinas. Quizás este mitad hombre mitad bestia no devore hombres sino conciencias. Vaya uno a saber. Dicen que el hombre que renunció era bueno y sabio. Corren rumores de fiestas y negociados. Si los de allá son como los de aquí, no sería raro. El poder corrompe y, según parece, el poder divino corrompe divinamente. A pesar de no creer más que en ladrillos, espero, como todos, que brote el humo blanco. Espero que este humo sea blanco de verdad y que el blanco de este hábito haga al hombre que lo vista. Aguardo la llegada de un hombre que limpie a la Iglesia. Alguien que someta a los pedófilos a la justicia ordinaria, alguien que se atreva a reconocer los delitos de propios y ajenos. Alguien que se acerque a los miserables y los proteja de los poderosos. No sé si la vanidad es la que me lleva a desear esto. Siempre me cayó bien la imagen del Cordero de Dios. Quisiera que este cordero transmutara en león. Nunca en lobo

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