martes, 18 de junio de 2013

Señor del engaño


Pensás que no tengo memoria. Tal vez, peor aún, pensás que no tengo criterio. Porque la memoria sola no basta, no alcanza para comprender o para disponer de una visión certera.
Puede que tengas razón. Puede que no tenga memoria, ni criterio, ni comprensión, ni visión certera. Si así fuera, dotado de esas carencias –si es que una carencia es una dote- no sería capaz de advertir tus añagazas. Por ahora basta con no tener olvido.
Tu táctica es tan antigua y la usaste tantas veces, que hasta para un desdotado como yo, tus mañas van perdiendo efectividad. Te tengo remanyado.
Hablás de miedo, de inseguridad, de desorden y estancamiento. Agitás el fantasma de la inflación y el peso devaluado. Decís que no te dejan hablar, que esto es una dictadura al estilo de la Alemania nazi y tus radios y diarios y televisoras lo repiten hasta el hartazgo.
No recuerdo que otras dictaduras sin votos te hayan puesto tan molesto como estás ahora. Resulta curioso que hablés de dictadura en un momento en que se puede decir de todo y que hayas guardado silencio cuando nadie podía decir nada.
Dos gotitas de veneno en el oído del Rey mientras duerme la siesta. Así instilás, tratás de instalar, una voz que aparenta decir todo mientras callás tus intenciones. Claro que habría que ver si el Rey está dormido. Aunque, si no está dormido, confías en que vas a poder acostarlo. Sabés que hay alguien que fuma y espera y se caga de risa en la penumbra de un cuartel.
Te entiendo. Tratás de sacar un líder de la galera para aplastar con los votos al bicho del populismo, pero no pinta ninguno. Y si no pinta, ¿qué le vas a hacer, no? Habrá que pensar en otra cosa. ¿Estarás redactando el comunicado número uno?
La libertad te quema los pies como si caminaras sobre brasas a punto para un buen asado. El camino se te hace largo.
Sentís que te meten la mano en el bolsillo. Cierran los convenios colectivos de trabajo con aumento y corrés a cargar el mismo porcentaje en los precios. No vaya a ser que la negrada empiece a vestir bien, a comer debute, a estudiar en universidades gratarolas. Ahora hasta a las sirvientas vas a tener que pagarles aguinaldo.
Estás sentado sobre tus toneladas de maíz y soja envenenadas con glifosato. Esperás que suba el dólar o bajen las retenciones para que el negrito que tenés de peón –ahora se te está agrandando-, te cueste la mitad de kilos de lo que te cuesta ahora. Total, tenés al Momo para que se lo chamuye y listo.
Mandás a algún “señor del campo” a que grite que hay que echar a patadas al gobierno. ¿Otra vez estarás pensando en prohibir el tango Cambalache? ¿Creés que no recuerdo cuando no dejaste que cantara la negra Sosa y no podían andar más de tres personas juntas por la calle?
Recuerdo cuando tapiaron los bancos y se trabucaron la guita de los giles mientras la de los pescados gordos -como vos-, cruzó el charco y desapareció. ¿Te acordás que bajaron los sueldos y las jubilaciones? ¿Olvidás las decenas de años que no pagaste impuestos ni cargas sociales?
Y, si no aparece el quía que pinte debute para el 2015, vas a ir a buscar al que fuma y espera, no tengo dudas. Y los que ahora dicen que tienen miedo van a ponerse a decir que no daba para más.
Después ya sabemos cómo sigue. Sacar las retenciones, subir el dólar, volver a la desjubilación privada y anular la AUH, perseguir a los maricas y cagar a palos al que grite. Los precios liberados subirán a un nivel que aplaudirán tus analistas. Tendrás preparada –junto con el comunicado-, las listas de libros que vas a prohibir, los cantantes y actores que se van a tener que tomar el piro y, si algún obrerito se hace el loco, pedirás a los cobani que le den dos veinte y cachiporra, que para eso, nunca fueron de hacerse rogar.
Olvidaba –poca memoria, ¿viste?-, que tras cartón llegarán misiones del FMI y la Goldman Sachs dirá que el país es una papa, volverán las oscuras golondrinas y todo será una fiesta de pizza con champán.
Claro que, según recuerdo que pasó, la fiesta será de rigurosa etiqueta y los giles como nosotros, no estaremos invitados.

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